¿Qué mejor manera de comenzar este blog sobre luxury branding que compartiendo uno de los vídeos más inspiradores que he visto?
Los colores de Chanel es parte de una serie de vídeos donde se cuentan los aspectos más icónicos de la marca. Podéis ver el resto en su canal de Youtube o en su web.
Me encanta todo: la forma de contarlo, el acento de la narradora, el ritmo, la música, lo circular del guión. Mejor que no diga nada más y lo estropee. Disfrutad.

Negro.

Negro, porque acentúa lo esencial, y evoca el rigor monacal de los uniformes del orfanato de Aubazine. Porque, para Gabrielle Chanel, “revela el resplandor de una mujer”. Gracias a Chanel, el negro pasó de ser el color de los atuendos de la servidumbre y del luto para convertirse, desde 1926, en el color de la elegancia, encarnado en su vestido negro.
“Yo impuse el negro. Y todavía reina, ya que el negro arrasa con todo”, declaró Mademoiselle.

Blanco.

Blanco, porque al principio todo era blanco. Porque captura la luz, ilumina el rostro, realza la belleza. Porque es el color de la transparencia y la trascendencia absolutas. Blanco, porque a Coco le recuerda a la cofia de las religiosas de su infancia y el vestido de primera comunión que le regaló su padre.

Beige.

Beige, porque es cálido, sencillo y natural. Porque es el color de la tierra natal de Mademoiselle, en la región de Auvergne, y de las playas de Deauville, Biarritz y del Lido de Venecia. Porque para ella es el color de la vida al aire libre, de la piel al natural, y del resplandor saludable de la piel cuando está en contacto con el sol.

Dorado.

Dorado, porque es el color de lo auténtico y lo falso. El oro auténtico que el Duque de Westminster dio a Gabrielle, la imitación del oro en la bisutería que crearía sin cesar. Dorado por las reliquias religiosas y los brocados de las sotanas de los clérigos que acompañaron su infancia. Dorado por los tesoros de la Basílica de San Marco en Venecia, el Imperio Bizantino y el arte Barroco que siempre la inspiraron.

Rojo.

Rojo, porque “es el color de la vida, de la sangre”, como declaró Gabrielle Chanel. Rojo, porque como forro de un bolso, permite encontrar rápidamente lo que buscamos en nuestro interior. Rojo, porque llevado en los labios se convirtió en el sello de Gabrielle y en su declaración de espíritu positivo. “Si estáis tristes, maquillaros los labios y atacad: los hombres detestan a las lloronas”, afirmaba Mademoiselle.

Negro. Porque crea una sensación de profundidad entre otros colores. Porque destaca sonre una etiqueta blanca. Brilla en la lujosa laca de los estuches de maquillaje. Realza los párpados y embellece las pestañas.
Blanco. Porque ilumina las hileras de perlas de Coco, sus camelias y los ramilletes de flores que la rodean como una primavera permanente. Blanco como sus eternos pijamas de seda. Como el vestido que llevó en el funeral de Diaghilev. Blanco como el satén, como la gasa. Y, trenzado con fibras negras, el tweed blanco del traje Chanel.
Beige. Porque ante la unión sagrada del blanco y negro, representa un contrapunto, un elemento de neutralidad y elegancia. Beige porque en el maquillaje ilumina la tez. Dorado, porque brilla en la botella del Número 5. Porque adorna la cadena del bolso matelassé y los botones de los trajes. Dorado porque representa el triunfo de Chanel.
¿Rojo? Porque es el color de la pasión, del valor, del fuego y de la energía.

Finalmente, el negro y el blanco juntos, porque no pueden existir el uno sin el otro. Porque los dos son puros y se combinan perfectamente. Porque son el trazo del lápiz de Karl Lagerfeld. Porque son la firma de Chanel.

“Yo impuse el negro. Y todavía reina, ya que el negro arrasa con todo”

— Gabrielle Chanel

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